babucigus

domingo, 2 de mayo de 2010

La saga de Romero.

Nuestro querido amigo Antonio Castaño nos manda un nuevo artículo de la saga de Romero, gracias


ROMERO Y LA REPÚBLICA

Le había costado mucho trabajo tomar la decisión pero aquellas acentuadas canas declaraban demasiado abiertamente por donde andaban los años de su cuerpo y había aceptado probar un tinte capilar para ir disimulando, en la medida de lo posible, lo añejo de aquella inexorable apariencia.

Mientras Gertrudis le preparaba el tinte en la cocina, Romero, sentado en una de las vencidas sillas de la mesa del servicio, leía el periódico con una toquita blanca sobre sus hombros para evitar males mayores. El periódico estaba bien surtidito de noticias estúpidas, esas noticias producto de la estupidez de estúpidos individuos que se dedican a la política y permitidas por estúpidos habitantes de un más que probable estúpido país donde la estupidez se mide por los niveles de audiencia de una estupidísima televisión, donde una estúpida, que dice llamarse Belén Esteban, sigue a la sopa boba del máximo reconocimiento nacional sin otro curriculum reconocido que el de hacer y decir sonadas estupideces todos los días a diario (como dice Carranza muy habitualmente en sus soliloquios).
Romero, ya Gertrudis inmersa en la aplicación del tinte en su cabeza, seguía leyendo con dificultad (ya que su cabeza la tenía así para detrás no sea que el tinte le dé por ejercitar el chorreo facial y le ponga la cara como la de un indio) una a una y muy detenidamente las noticias de esta mañana.
- Torrijos paga con dinero municipal la manifestación por la república y (muy, muy en chiquitito) el derecho al trabajo.
- El giraldillo con la bandera repúblicana y la chapa gorda del banderín también con el “moradito” republicano.
- Concejala de IU de Vélez Málaga, con la cara así de muy mala leche, como estreñida ella; diciendo que “no hay peor desgraciado que el que vota a la derecha” y luciendo una bufandita de rayas que la tienen que regalar en los “comiteles” de esta gente porque las llevan todos “calcaítas”. Ella también dice que le “va a poner la cara “morá a yonosequién”. Esta gente del “morao” no salen; o están erre que erre con el “morao” republicano ó se lian con el run run de ponerle la cara “morá” a alguien ó se ponen “morados” de liadillos en los conciertos de los “chikos del maíz”
- Fotos sobre la manifestación a favor de Garzón; de fondo tantas banderas repúblicanas y tanto olor a alcanfor que por momentos aquello se confundía con el entierro de Chauchescu.
- Y el paro en el 20 por ciento…
Romero daba gracias a Dios porque Papá no estuviera aquí, con lo incómodo que se sentía él con estas cosas de los morados (papá es Crucero hasta la médula), a la vez que se preguntaba:
¿para tener tan poquísimos votos esta gente de la banderita morada, como coño dan tantísimo “porculo”?
Pregunta que quedó suspendida bajo el imperioso bigote de Gertrudis que contestaba con desaire:
-Serán Soleanos…
Romero mojó su pulgar con la lengua buscando los deportes para huir de tanta pamplina y tanto despecho. Y resulta que el Betis ha vuelto a perder
-El periódico está hoy para encender la chimenea…
Comentaba mientras Gertrudis le indicaba que pusiera su cabeza bajo el chorro de la pila para rematar la faena.
Cuando Romero entró en el aseo del servicio a peinarse y comprobó su renovado aspecto en un color tan caoba como una cómoda cubana dijo:
-¡Cojones! Estoy completamente para ir de jurado al programa ese de las coplas.
Y salió de casa de Papá no sin antes cruzarse con Carranza que venía del campo con un manojo de tagarninas en la mano.
-Coño Romero, pídele a Dios que el Señor no tenga que llamarte mañana para que vayas con él a algún sitio porque con esos pelos que te han puesto pareces el cobrador de un saloncito de billar.
A lo que respondió Romero un poco alterado
-Te voy a poner el ojo como la raya de abajo de la bandera de la república
-¿Morado? Respondió Carranza socarronamente
- No, morado no; subvencionado por el puño…
Y se fue directo al barbero a que le metiera la maquinilla antes de que aquel sol matutino que ponía aureolas falsas en su cabeza diera que hablar más de lo debido.
Romero nunca volvió a teñirse engañosamente su cabeza…


Antonio Castaño Juncá

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